miércoles

ENTREVISTA A LILIANA BENARD

"Mi carrera
valió la pena "



¿Cuándo decidió ser actriz?
Nunca decidí ser actriz, quería ser psicóloga, pero en ese entonces tenía dieciséis años, cuando mi tía Elcira Olivera Garces y Abel Santa Cruz vinieron a mi casa y, en el transcurso de una conversación, Abel me dice que el rodaje de su película “La familia Hippie” estaba paralizada porque no encontraban el personaje central de la parte estudiantina. Una adolescente gordita que estaba enamorada del profesor, interpretado por Palito Ortega, le ponía una carta en el bolsillo con una marca de la boca y decía: “Tuya rosa de fuego”, la mujer le encuentra la carta en el bosillo y se rompe una relación de recién casados . Todos escuchamos lo que decía , pero a mi no me interesó para nada. Me ofrecieron que haga un casting con Carreras y Zumpano, a lo que respondí que ni loca lo haría, ya que en mi vida había pisado un set de cine o TV, pero me llevaron casi de los pelos. Cuando estuve frente a las cámaras me sentí como pez en el agua, con esa inconciencia que sólo una niña puede tener, obligada hice lo que me pedían y Carreras dijo: “Corten, esta es la chica que necesitamos”. Así comenzó mi carrera, que no paró en cuarenta y tres años, con bajadas y subidas, pero viví lo mejor y de ella. Llevo ya más de cuarenta telenovelas hechas como actriz, poco cine, poca radio, mucho teatro aquí y en NY. Fue una decisión feliz de mi tía Elcira o Garces, una gran actriz y escritora.

¿Ser actriz la llevó a ser guionista?
Sí, aunque mucho antes de hacer mi primer trabajo como actriz yo escribía cuentos, y luego ya de grande me decidí a mostrar lo que escribía. Así salió la escritora que hay en mí. Me encanta, me meto en la mente de mis personajes, me divierte poder moverlos de tantas maneras. Escribir es maravilloso, uno vuela a diferentes espacios, me despega de la realidad y al mismo tiempo me pega a ella según la historia que quiera contar.

¿Cuál es el personaje que más satisfacciones le dio?
Todos fueron bellos, pero los que quedaron en el imaginario de la gente fueron la hermana Renata de “Papá corazón” y Felipa de “Andre Celeste”, porque Andrea estaba en la cresta de su carrera y fueron las primeras tiras que viajaron por el mundo. Pero los hice entregada a ellos, los amé y el resultado fue maravilloso. En EE.UU., en plena Quinta Avenida, me paró una persona de Ecuador y gente de América latina. Aquí tengo a mis fans que ya son grandes, tienen cuarenta y tantos años. Vino un muchacho desde Rosario a ver “Escoria” y se abrazó a mí, trémulo de emoción, yo sentí que mi carrera valió la pena.

¿Qué podría contarnos sobre su experiencia de vivir y trabajar en New York?
Es fuerte, un idioma y una forma de trabajo diferentes. Se ensaya hasta lo extenuante. Trabajé en el teatro “Repertorio Español”, en el que se hace teatro de repertorio. Se ensayan obras de clásicos y contemporáneos al unísono. Eso te da un entrenamiento muy bueno. Hablar de manera bilingue la misma pieza y hacer teatro a las doce del mediodía con mucho público es raro. También di clases en escuelas en Queens, Bronx, llevados por el teatro “Thalía” y “El Circulo”. Hacer teatro en edificios en los que una jamás imaginaria que existía un teatro y la mezcla de culturas es alucinante. Hacer la obra argentina de Alberto Borla, “Reflejos en el agua”, con mi hijo Emiliano, fue lo más grande que a una madre le puede suceder , ya que mi hijo está catalogado en New York como el “sinior” actor, era todo un desafío. Y ahí gané el premio Ace y Hola. Ser reconocida como la mejor actriz protagónica en esa tierra es fuerte, bello, una caricia al alma.

¿Qué significado le otorga a la palabra "escoria"?
El que tiene es el de algo desechable, sólo que como todas las palabras según cómo se digan y en el contexto que se pongan pueden resultar un halago o un insulto. Cuando Muscari me dijo el título me pareció exacto, atrapante, donde se podía encontrar una tela con mucho para cortar. Escoria en el sentido que me lo presentó Muscari tuvo un significado: desafío.

¿Qué siente al regresar a los escenarios con esta obra tan particular?
Me siento muy bien. Desde un comienzo me agradó la idea, era un desafío, y cuando me enfermé me prometí que aunque me muriera seguiría con Muscari. Lo superé y aquí estoy disfrutando de este éxito que nadie esperó y que estamos agradecidos que haya sido de esta manera. Soy feliz con lo que mis compañeros me dan todas las noches y feliz de darle ese final.

¿Se sintió identificada en algún aspecto?
Sí, como todos mis compañeros que están en sus casas esperando ser llamados para hacer algo en la tele. Pero no es así en teatro porque desde que llegué hice teatro inclusive ensayando con Muscari. Estaba haciendo “El abrelatas cuántico”, con Gabriela Peret , hice “El mago de Oz”, con mis dos hijos, también mi unipersonal “Liberen a Lili”. Hacer teatro de autogestión no es sólo hacerlo porque uno ama a la profesión y porque de esto vivimos toda mi familia, si no además porque los actores debemos tomar lo que nos corresponde. La televisión es mejor paga y da una publicidad muy grande, así como el teatro comercial con un buen productor que te paga un fijo, pero nuestra herramienta de trabajo somos nosotros mismos, y si no la utilizamos porque no te llaman para una tira, el que se paraliza es uno. No es que los de afuera te paralizan a vos, por lo tanto yo tomo las riendas de mi vida y salgo a trabajar con producción o sin ella.

¿Piensa que el olvido es una sensación o realmente sucede?
Es una realidad, pero que hoy no pasa porque te olvidaron, si no porque en televisión no hay productores con cara a quien poder recurrir como había antes. Teníamos momentos en los que se trabajaba a destajo, y luego tenías un parate, pero ibas a ver a Jorge Lozano Soriano, por darte un nombre, y te decía: “Bueno, vamos a ver si en esta o en otra de las tiras del canal te llamamos”. Antes cuando uno escribía tenía a veinte actores fijos, ahora no hay tiras. Los cinco programas de ficción que hay en los cuatro canales son cinco fijos y lo demás bolos .Y también es cierto que, como en mi caso, si te vas a NY a trabajar no sos moneda de oro para que te estén esperando. No hay trabajo para nadie, no solo para los actores, por eso hay que inventarlo, hacer uso de nuestra creatividad y levantar el telón.

¿Qué extraña de su juventud?
Fui una niña muy feliz, una adolescente con sus torturas propias, pero tuve la dicha de ser actriz y transformar lo malo en bueno y de hacer de mi realidad algo diferente. Siempre comparo al actor con las mariposas: comenzamos siendo orugas y nos transformamos en mariposas, vivimos intensamente el día para morir esa noche y renacer una y otra vez. Hacemos la transformación en cada personaje que representamos.

¿Podría contarnos como es un día en la vida de Liliana Benard?
Simple. Apenas me levanto saco a mis tres perros, llamo a mis hijos para saber como están, tomo mi café, enciendo la computadora y remonto mi escritura. Luego me voy al parque de mi casa, veo mis plantas, las saludo, hago algo de comer y vuelvo a trabajar a la maquina de hacer fantasías. Duermo un poco la siesta o leo algo y luego me hago el gran festín, veo todas las películas que pueda ver, me encanta, soy feliz viendo cine tranquila en mi hogar. Llamo a mis hijos, mi marido me llama y ya vuelvo cual butterfly a dormir y amanecer cual oruga al trabajo de transformación.

¿Algún deseo?
Volver a escribir y hacer televisión, es el medio en el que crecí. En mi vida privada, que me devuelvan a mi nieto, Tomás Nicolás Tello, que me lo arrancaron de mi vida sin ninguna explicación. También deseo que haya trabajo, dignidad y honradez en nuestra Argentina.

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