Escoria
´La fama es puro cuento´eso afirmó la nueva obra teatral de José María Muscari. Éscoria´es una estampa tan cruda como real de lo efímero que resulta ser adulado y aplaudido, sin la continuidad del acto más importante que implica ese reconocimiento: el trabajo. El trabajo como acto de dignidad reclama ´La tana Noemí Alan´, que deja muy claro que un hecho obligado de torpeza, la sentenciaría a la calumnia eterna, y ella que añoraba ser actriz de cine serio… Hoy, reivindica esa digna condición contada entre conmovedoras lágrimas su nueva ocupación: criadora de perros de raza. Una intervención sensible, intensa, imponente, la aparición de Alan, arrancó los más fieles aplausos, esos que quizá mereció siempre y que el publico le devolvía todo junto. En su exuberancia, y en las lágrimas y su actitud claramente de impotencia, se reivindicaba y aparecía ´La tana Noemí Alan´. Cada fragmento, cada tácito acto, desprendía las más duras realidades que pasan los artistas cuando el ´desgraciado éxito´los atrapa por un tiempo y se les esfuma en el aire. La dureza de esos climas tan bien manejados solo son admisibles para un producto Muscari. La nostalgia y la amplia sonrisa la gana por completo ´Efrain´o Héctor Fernández Rubio, montado en su personaje de Srta. Maestra, tan presente y tan real como en aquellos tiempos, y afirmando que no existe ninguna maldición dentro de aquella cálida serie de Abel Santa Cruz. Osvaldo Guidi maneja una energía extraña, por momentos se lo nota sobrepasado, como si ese momento, el nuevo momento de su reaparición en el Teatro Del Pueblo necesite exagerarlo, para confirmar lo desbordado que se encuentra por su falta de aire, de reconocimiento, de pantalla: “Soy Guidi”, grita y se revuelca en el suelo como un ejercicio teatral y ni se preocupa por integrarse con sus pares. Liliana Benard y Cristina Tejedor, dejaron una clara demostración que el arte de raza nunca se olvida, nunca pasa de moda y es, en cualquier momento. Solo falta la oportunidad de mostrarse y ahí despierta fresco como siempre.Willy Ruano y Gogo Rojo, son y serán las figuras emblemáticas de una época, y el perdurar ahí, se vió que no dependía de ellos la continuidad. Sorprendió una Julieta Magaña espléndida y observadora, sin integrarse en ningún momento, sin pertenecer a ningún lado. Cantó su batalla del movimiento y largó un manifiesto a favor de la niñez, pero lo único que se recordó, es que es hija de artistas, ´hija de…´. ; una lástima enorme para quienes crecimos con ella en la pantalla y queríamos saber un poco más. Pero aquí ´Escoria´es lo que es y lo que cada uno quiso mostrar. Las palabras más reales, centradas y correctas las dieron Marikena Riera y Paola Papini, que sé tendrán continuidad, esa continuidad tan buscada por los artistas, porque despegaron del pasado y sus valores de vida son totalmente diferentes. Paola Papini, aparece tímida entre aquellos actores de peso y no es ´la hija de´es ella sola, se la ve tímidamente segura, calidamente agradable, gratamente actriz entre pares. Paola se ve entre los silencios y se respira entre luces, se distingue, se la puede seguir sin queja, sin bronca, sin lamento, sin enojo porque es y se ve que va en busca de seguir siendo. Se destaca el vestuario de Vessna Bebek y la acertada elección para el clima musical. En tanto, otra vez, Juan Borraspardo realiza un excelente trabajo de producción, pues ésta realización tan compleja, sin un buen y serio productor no hubiera sido un acto tan sublime. Otro sello destacable de Muscari que se luce, como dramaturgo y brilla como director. ¡Para ver, recordar y volver a ver! (Meche Martínez)
´La fama es puro cuento´eso afirmó la nueva obra teatral de José María Muscari. Éscoria´es una estampa tan cruda como real de lo efímero que resulta ser adulado y aplaudido, sin la continuidad del acto más importante que implica ese reconocimiento: el trabajo. El trabajo como acto de dignidad reclama ´La tana Noemí Alan´, que deja muy claro que un hecho obligado de torpeza, la sentenciaría a la calumnia eterna, y ella que añoraba ser actriz de cine serio… Hoy, reivindica esa digna condición contada entre conmovedoras lágrimas su nueva ocupación: criadora de perros de raza. Una intervención sensible, intensa, imponente, la aparición de Alan, arrancó los más fieles aplausos, esos que quizá mereció siempre y que el publico le devolvía todo junto. En su exuberancia, y en las lágrimas y su actitud claramente de impotencia, se reivindicaba y aparecía ´La tana Noemí Alan´. Cada fragmento, cada tácito acto, desprendía las más duras realidades que pasan los artistas cuando el ´desgraciado éxito´los atrapa por un tiempo y se les esfuma en el aire. La dureza de esos climas tan bien manejados solo son admisibles para un producto Muscari. La nostalgia y la amplia sonrisa la gana por completo ´Efrain´o Héctor Fernández Rubio, montado en su personaje de Srta. Maestra, tan presente y tan real como en aquellos tiempos, y afirmando que no existe ninguna maldición dentro de aquella cálida serie de Abel Santa Cruz. Osvaldo Guidi maneja una energía extraña, por momentos se lo nota sobrepasado, como si ese momento, el nuevo momento de su reaparición en el Teatro Del Pueblo necesite exagerarlo, para confirmar lo desbordado que se encuentra por su falta de aire, de reconocimiento, de pantalla: “Soy Guidi”, grita y se revuelca en el suelo como un ejercicio teatral y ni se preocupa por integrarse con sus pares. Liliana Benard y Cristina Tejedor, dejaron una clara demostración que el arte de raza nunca se olvida, nunca pasa de moda y es, en cualquier momento. Solo falta la oportunidad de mostrarse y ahí despierta fresco como siempre.Willy Ruano y Gogo Rojo, son y serán las figuras emblemáticas de una época, y el perdurar ahí, se vió que no dependía de ellos la continuidad. Sorprendió una Julieta Magaña espléndida y observadora, sin integrarse en ningún momento, sin pertenecer a ningún lado. Cantó su batalla del movimiento y largó un manifiesto a favor de la niñez, pero lo único que se recordó, es que es hija de artistas, ´hija de…´. ; una lástima enorme para quienes crecimos con ella en la pantalla y queríamos saber un poco más. Pero aquí ´Escoria´es lo que es y lo que cada uno quiso mostrar. Las palabras más reales, centradas y correctas las dieron Marikena Riera y Paola Papini, que sé tendrán continuidad, esa continuidad tan buscada por los artistas, porque despegaron del pasado y sus valores de vida son totalmente diferentes. Paola Papini, aparece tímida entre aquellos actores de peso y no es ´la hija de´es ella sola, se la ve tímidamente segura, calidamente agradable, gratamente actriz entre pares. Paola se ve entre los silencios y se respira entre luces, se distingue, se la puede seguir sin queja, sin bronca, sin lamento, sin enojo porque es y se ve que va en busca de seguir siendo. Se destaca el vestuario de Vessna Bebek y la acertada elección para el clima musical. En tanto, otra vez, Juan Borraspardo realiza un excelente trabajo de producción, pues ésta realización tan compleja, sin un buen y serio productor no hubiera sido un acto tan sublime. Otro sello destacable de Muscari que se luce, como dramaturgo y brilla como director. ¡Para ver, recordar y volver a ver! (Meche Martínez)
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