Escoria es conmovedora y cruda al mismo tiempo
Es intensa e inteligente la propuesta de José M. Muscari
Es intensa e inteligente la propuesta de José M. Muscari
Escoria. Dramaturgia y dirección: José María Muscari. Intérpretes: Noemí Alan, Liliana Benard, Héctor Fernández Rubio, Osvaldo Guidi, Julieta Magaña, Paola Papini, Marikena Riera, Willy Ruano, Gogó Rojo y Cristina Tejedor. Vestuario: Vessna Bebek. Asistente de dirección: Carlos Tkisian. Viernes, a las 21; sábados, a las 21 y a las 23, en el Teatro del Pueblo. Duración: 70 minutos.
Nuestra opinión: muy buena
Nuestra opinión: muy buena
La carrera del actor, es sabido, podría llegar a ser muy ingrata. El éxito, las luces, la fama y el reconocimiento pueden evaporarse en muy corto tiempo. Pero no sólo por algún hecho fortuito, sino simplemente "porque sí". Por el sólo hecho de que un artista que alguna vez fue "famoso" o "popular" ya no lo sea, queda relegado a la categoría de "bizarro" o "clase B"... o simplemente se pierde la confianza en él. Como si el talento también quedara atrás con la fama.
Quien esto escribe, en su niñez, fue fanático de Julieta Magaña; se divirtió con la gordita simpática que Liliana Benard encarnó en Andrea Celeste y admiró la versatilidad de Cristina Tejedor, como la "sacada" de las telenovelas más exitosas. Volver a verlas, junto con otros actores que tuvieron su momento de gloria y hoy son injustamente olvidados, podría suponer un riesgo. También lo era pensar para qué se los reunió en una obra que se llama Escoria . Pero José María Muscari encontró la forma de honrarlos. A su manera, con su sello, con su ironía, su mordacidad y su irreverencia, desarrolló un relato no lineal, extraño, pero tal vez uno de los mejores de su producción.
En su comienzo, la propuesta desconcierta, asusta, aunque de a poco, el espectador se encuentra abrazado por esos seres que hablan de las vicisitudes de su profesión, hasta que encadenan sus vidas y las vuelven una causa unívoca.
Un grupo de actores con nombre propio (muy propio) se unen para organizar una fiesta de cumpleaños a un viejo e histórico productor televisivo que los supo contratar: un tal Escoria. Y no es sólo una excusa, un hilo conductor efímero. Es sustancial
Muscari no se quedó solamente con la idea de reflejar "el lado B de la fama" o la fragilidad de los artistas. Adrede o por casualidad cavó más profundo y llegó a un punto de sensibilidad con la que el espectador se involucra hasta en un nivel espiritual. Habla de lo efímero y lo auténtico; de vivir el día sin regodearse demasiado; de lograr distinguir entre la belleza de lo necesario y lo atractivo pero, a su vez, efímero de aquello que es periférico. Escoria es dura, durísima, pero debajo de esa capa cruel, se vuelve pura y sensible.
Y es un placer descubrir a esa actriz dramática que estaba oculta en Noemí Alan; al talento integral de Marikena Riera; la hilaridad y la fuerza de Cristina Tejedor; la gracia de Liliana Benard; la presencia y solidez de Paola Papini; ese desparpajo y simpatía de Gogó Rojo; la dulzura de Julieta Magaña; la capacidad de transformación de Héctor Fernández Rubio; la comicidad innata de Willy Ruano; y la solvencia de Osvaldo Guidi. Pero lo mejor es que todos consiguen que uno salga del teatro adorándolos y aprendiendo... de la vida misma.
Por: Pablo Gorlero para diario: La Nacion
Quien esto escribe, en su niñez, fue fanático de Julieta Magaña; se divirtió con la gordita simpática que Liliana Benard encarnó en Andrea Celeste y admiró la versatilidad de Cristina Tejedor, como la "sacada" de las telenovelas más exitosas. Volver a verlas, junto con otros actores que tuvieron su momento de gloria y hoy son injustamente olvidados, podría suponer un riesgo. También lo era pensar para qué se los reunió en una obra que se llama Escoria . Pero José María Muscari encontró la forma de honrarlos. A su manera, con su sello, con su ironía, su mordacidad y su irreverencia, desarrolló un relato no lineal, extraño, pero tal vez uno de los mejores de su producción.
En su comienzo, la propuesta desconcierta, asusta, aunque de a poco, el espectador se encuentra abrazado por esos seres que hablan de las vicisitudes de su profesión, hasta que encadenan sus vidas y las vuelven una causa unívoca.
Un grupo de actores con nombre propio (muy propio) se unen para organizar una fiesta de cumpleaños a un viejo e histórico productor televisivo que los supo contratar: un tal Escoria. Y no es sólo una excusa, un hilo conductor efímero. Es sustancial
Muscari no se quedó solamente con la idea de reflejar "el lado B de la fama" o la fragilidad de los artistas. Adrede o por casualidad cavó más profundo y llegó a un punto de sensibilidad con la que el espectador se involucra hasta en un nivel espiritual. Habla de lo efímero y lo auténtico; de vivir el día sin regodearse demasiado; de lograr distinguir entre la belleza de lo necesario y lo atractivo pero, a su vez, efímero de aquello que es periférico. Escoria es dura, durísima, pero debajo de esa capa cruel, se vuelve pura y sensible.
Y es un placer descubrir a esa actriz dramática que estaba oculta en Noemí Alan; al talento integral de Marikena Riera; la hilaridad y la fuerza de Cristina Tejedor; la gracia de Liliana Benard; la presencia y solidez de Paola Papini; ese desparpajo y simpatía de Gogó Rojo; la dulzura de Julieta Magaña; la capacidad de transformación de Héctor Fernández Rubio; la comicidad innata de Willy Ruano; y la solvencia de Osvaldo Guidi. Pero lo mejor es que todos consiguen que uno salga del teatro adorándolos y aprendiendo... de la vida misma.
Por: Pablo Gorlero para diario: La Nacion
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