ESCORIA, el lado B de la fama
José María Muscari dirige una obra estupenda y emotiva sobre los alcances de la celebridad
Actúan: Noemí Alan, Liliana Benard, Héctor Fernández Rubio, Osvaldo Guidi, Julieta Magaña, Paola Papini, Marikena Riera, Gogó Rojo, Willy Ruano y Cristina Tejedor
Vestuario: Vessna Bebek
Dramaturgia y Dirección: José María Muscari
Los artistas que protagonizan "Escoria" han tenido su cuarto de hora. Han subyugado, han provocado risas, han hecho derramar alguna lágrima, han excitado, han generado más de una reflexión, en cada uno de los personajes que han interpretado a lo largo de su carrera. Pero el cuarto de hora pasó y no se los ha visto más, en ningún lado. ¿Qué ocurrió para que este conjunto de conocidísimos nombres fuera desapareciendo gradualmente de escenarios y pantallas? ¿Qué pasó para que uno se pregunte qué habrá sido de la vida de fulano o de mengana o, aun peor, si todavía vive?
Ese es el punto de inflexión al que apunta el autor y director José María Muscari, con textos propios y colaboración de los intérpretes, en este espectáculo que deja en claro que la fama es puro cuento, que cada vez más se hace realidad aquello de Andy Warhol –todo el mundo tendrá en el futuro sus quince minutos de fama-, pero en cuanto la atención del público ha pasado a otra cosa, se apagará el fuego o la luz que daba fulgor a quien en ese momento brillaba, sin más. Ese es el lado B de la fama que Muscari propone como subtítulo, ese es el lado cruel, ese es el lado que, en aras de un nuevo éxito, nuevas caras y -en consecuencia- mayor recaudación, entierra todo lo que lo precedía como si no tuviera más valor, como si se hubiese aprovechado sólo mientras servía, como si ahora fuera nada más que un desecho despreciable, un residuo, un despojo, en fin… escoria.
La puesta en escena, pletórica de colores, música y movimiento, es el adecuado marco que contrasta con los parlamentos, los recuerdos, las ansias de trabajo y los reclamos de una decena de artistas. Es un placer volver a verlos y escucharlos en sus clásicas creaciones –aquellas que los hicieron célebres- u ofrendando todo lo que aun tienen para dar en cualquier escenario.
Gogó Rojo se atreve a seducir una vez más exhibiendo pícaramente su cuerpo con sensuales movimientos; la imponente Noemí Alan emociona mientras derrama lágrimas abrazando a un perrito que parece entenderla; Willy Ruano aprovecha para repartir unos volantes en donde pide ayuda para que el canal Volver le pague las repeticiones del Profesor Tirabombas; Liliana Benard pavonea su bondad por doquier, pero terminará acuchillando a alguien; Cristina Tejedor nos recuerda que el amor tiene cara de mujer; Julieta Magaña vuelve a acercarnos su mundo con infinita ternura, pero también logra una escena muy dramática y para sorpresa de todos, deja intempestivamente a su personaje como si nada le hubiera costado; Héctor Fernández Rubio se viste una vez más de Efraín, con su viejo guardapolvo, para tratarnos de blancas palomitas; Marikena Riera, esbelta, como un ángel, comparte sus secretos; Osvaldo Guidi se ríe, protesta, se enoja, odia a los mediáticos, y trata con ironía a los piojos resucitados de la actuación; Paola Papini, niña bonita, mujer de nadie, hija de la Bisutti, deja también su impronta. Mientras, entre todos, intentan organizar una reunión que parece imposible.
Hacia el final, en una directa comunión con el público, cada uno de ellos mirará profundamente a nuestros ojos, a nuestro interior, emocionando, conmocionando, dejando entrever que detrás del artista que ha sabido entretener hay también un ser humano que quién sabe si se entretiene. Es el eterno contraste entre la comedia y la tragedia. Es la diferencia entre el actor y el personaje. Es la vida de la escena y de quienes la hacen, magníficamente retratada por Muscari, llegando al alma del espectador, aquel que termina de cerrar el círculo para que la magia se produzca. Martin Wullich
Viernes y sábados a las 21 y a las 23
Teatro del Pueblo
Av. Roque Sáenz Peña 943- Cap.
(011) 4326-3606
Entrada: $ 40.- y $ 25.-
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